Nuevos usos del hormigón, aplicación en aceras y carreteras
El hormigón es uno de los elementos más utilizados en la construcción. Esta mezcla de cemento, agua y áridos se ha convertido en la base de los procesos de construcción para grandes proyectos de infraestructuras, debido a su gran resistencia, estructura y capacidad de respuesta en cualquier condición ambiental, como la seguridad que presenta, frente a otros materiales, en el caso de incendio. Tanto es así que, desde la Asociación, apostamos por impulsar la prescripción del hormigón para usos, que vayan más allá de la construcción, como son los firmes de carreteras o las aceras.
Según la Asociación Española de la Carretera, uno de cada trece kilómetros de la red viaria presenta daños que necesitan ser reparados en más del 50% de su superficie. Efectos en la seguridad vial, en el medio ambiente, ahorro de combustible… efectos que podrían verse reducidos con un planteamiento estratégico distinto: sustitución del asfalto por hormigón.
En Europa, es muy habitual encontrar todo tipo de carreteras, incluso aceras, construidas con este material. El hormigón es un material de fácil acceso, que se puede fabricar en la misma localidad donde se emplaza la obra, a diferencia de otros productos de importación. Además, y desde un punto de vista ecológico, los pavimentos de hormigón son los más respetuosos con el medio ambiente, porque supone una reducción de las emisiones de CO2 debido al ahorro de combustible por parte de los vehículos y a la reducción de energía necesaria para su fabricación.
En un artículo relacionado, The Concrete Initiative ya recogía estos beneficios, junto con el hecho de que la construcción en hormigón contribuye a la seguridad vial, ya que evita la propagación de incendios en los túneles. Apuntaba el medio que los servicios de bomberos recomiendan el uso de pavimentos de hormigón en túneles de carretera puesto que no se quema. Además, el hormigón también reduce el riesgo de aquaplaning debido a que no forman surcos por su mayor durabilidad.
En el caso de las aceras, y desde un punto de vista medioambiental, un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona, en colaboración con la empresa Inèdit (spin off de la UAB), revela que los pavimentos de hormigón tienen una vida útil de 45 años, frente a los 15 que tienen los de asfalto, lo que influye directamente sobre la demanda de energía utilizada durante la producción, transporte, construcción y mantenimiento, y la emisión de gases de CO2. Los resultados de citado estudio indican que la durabilidad de cada diseño tiene un papel fundamental en reducir la demanda total de energía y emisiones de CO2 de las aceras, pudiendo alcanzar reducciones del impacto ambiental de más del 60% en todos los casos.
Desde una perspectiva estrictamente económica, destaca el ahorro que supondría a largo plazo en materias primas, transporte, energía y partidas presupuestarias. Por ello, y aunque suponga un mayor coste inicial, los firmes de hormigón son más duraderos, provocan un menos impacto ambiental y aumentan la seguridad vial, por lo que se convierten en una gran apuesta. Una solución a los 1.200 millones de euros que el Estado destina únicamente a la conservación de infraestructuras viarias.